De la decisión del president Artur Mas de convocar elecciones y del debate sobre la independencia de Catalunya se ha debatido en el programa Divendres, de TV3, este martes 25 de septiembre. Y he podido participar junto a Ernest Folch, Tian Riba, Pere Mas, Marina Llansana i Lluís Pastor. Aquí dejo el vídeo.

Para un extranjero, un argentino, un venezolano, o un norteamericano, es difícil de entender lo que está sucediendo entre Catalunya y, todavía, el resto de España. El debate se ha caracterizado en los últimos años por una polémica sobre los números, sobre las aportaciones económicas entre las distintas comunidades autónomas al conjunto del Estado, y lo que éstas han recibido a cambio, en inversiones en infraestructuras, en ayudas directas a los municipios, en subvenciones a determinados proyectos culturales… Todo se ha dado a conocer como la batalla de las balanzas fiscales.

Pero como para entender cualquier problema o conflicto, hay que ponerse en la piel del otro, hay que partir de ese mismo concepto. Las balanzas fiscales siempre ha sido más un debate académico, porque para calcularlas hay diferentes métodos. Es ciertamente complejo ofrecer una explicación a un ciudadano que no esté familiarizado con el argot de los catedráticos de Hacienda.

Para entenderlo rápido, ¿cómo computo la inversión de una estación del tren de alta velocidad que se construya en Barcelona? ¿En gasto del Estado en la comunidad de Catalunya? ¿Y, por tanto, en los ingresos de esa comunidad? ¿O lo computo en el conjunto de gastos del Estado en todas las comunidades, porque se benefician todos los españoles de esa conexión con Barcelona? ¿O cómo computo una inversión en el Museo del Prado? ¿Sólo beneficia a los madrileños, o a todos los españoles, a los que van directamente a Madrid a visitarlo, o aunque no vayan se benefician de que lo visiten muchos extranjeros?

Pero sigamos con el concepto mismo de balanza fiscal. Un extremeño no tiene por qué compartir el concepto, y es lógico que se enfade cuando se lo recuerdan. Porque para él no hay partes, hay un todo, el Estado, que invierte en los territorios que considera. Y para un extremeño, además, Madrid es su capital, como para un señor de Joigny, en la Borgoña francesa, su capital es París. Y para un nacionalista catalán, en cambio, su capital es sólo Barcelona.

Y llegamos entonces al debate de verdad. La polémica economicista puede ser un acicate para muchos ciudadanos, pero lo que importa siempre son factores no economicistas: culturales, sentimentales, de identidad.

Por eso el debate que se puede producir en Catalunya no será una especie de alegre fiesta, con reparto de flores, que lleve a todos a la creación de un estado floreciente. Habrá pugna, habrá debate, habrá una dialéctica que puede erosionar mucho a los ciudadanos.