La máxima es muy sencilla. Si uno no crece, no puede pagar. El gobierno de México se aplicó la premisa en los años noventa. Lo dijo su presidente, Carlos Salinas de Gortari: “Si no crecemos, no pagamos”. El objetivo de esa afirmación no es dejar de pagar. Al contrario. Es garantizar el pago, para que después, en caso contrario, la quita no sea todavía mayor.
Para España debería ser también la máxima que seguir. Ni los mercados, ni las autoridades europeas, deben dejar de lado esta prioridad. Pero parece que se han confabulado para que el conjunto del país camine hacia su hundimiento. Lo acordado por el Eurogrupo para España supone un golpe muy duro que puede hipotecar por muchos años a todos los ciudadanos españoles. El objetivo de déficit se relaja para el 2012, y se fija en el 6,3%, en lugar del 5,3%. Se ofrece un año más, hasta el 2014, para cumplir con el déficit permitido del 3%. Pero partiendo del 8,9% con el que se cerró el 2011, la tarea será mayúscula, teniendo en cuenta que el mayor coste, la gran sangría, es el pago de los intereses de la deuda, rondando estos días de nuevo el 7%. El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, quiere cumplir con el Eurogrupo y acaba de plantear medidas muy duras.
Los analistas se esfuerzan cada día en explicar qué es lo que sucede. Pero para el ciudadano medio todos esos esfuerzos son inútiles. Porque las preguntas que se hacen son: ¿Se puede recortar en partidas para la Ley de Dependencia? ¿Se puede ahorrar en subsidios de paro? ¿Se puede ingresar más subiendo el IVA sin que repercuta en el consumo? Todas esas medidas se pueden resumir en un desesperado intento de ingresar más y gastar menos para poder pagar la deuda y recobrar la confianza de los inversores en España.
Lo cierto es que hay inversores que lo que quieren, precisamente, es esta carrera hacia ningún lugar, con la complicidad de Bruselas, y los mandatos de Alemania, que sigue sin recordar su propia historia. El analista Wolfgang Münchau deja claro, una vez más, que Alemania no está ayudando nada, justo después de la cumbre europea y que la desintegración de la zona euro está más cerca.
Michael Lewis, profesor en la Universidad de Berkeley, que trabajó como bróker en el ya desaparecido banco de inversión Salomon Brothers, relata una asombrosa historia sobre un inversor norteamericano en su libro Boomerang. Viajes al nuevo tercer mundo europeo (Deusto, 2012), que explica el comportamiento de los especuladores que lleva a la caída de países enteros, como le puede ocurrir a España.
Un tal Kyle Bass, de Texas, creó su propio fondo de alto riesgo. Había comprado masivamente permutas de incumplimiento crediticio en los países que tenían más probabilidades de no poder saldar sus cuentas, que, según su equipo de analistas, podían ser Grecia, Irlanda, Italia, Suiza, Portugal y España. Al adelantarse a otros inversores, esas permutas (Credit Default Swap o CDS) le resultaron baratas. El seguro de impago del gobierno griego, por ejemplo, le costó al fondo de Bass, once puntos básicos. Es decir, que para asegurar un millón de dólares en bonos del gobierno griego contra la quiebra, el fondo pagó una prima de mil cien dólares mensuales. Bass consideró que cuando Grecia quebrara, cosa que se entendía inevitable, el país sería obligado a costear alrededor de un 70% de su deuda, lo que equivale a decir que cada apuesta de mil cien dólares le reportaría al señor de Texas setecientos mil dólares.
Y la dinámica acaba siendo muy perversa. Los inversores toman conciencia de que los estados velarán por los problemas económicos de su sector privado –el caso de España, país donde la deuda pública no llega al 40% del PIB justo antes de la crisis de las subprime en 2008. Apuestan, por tanto, por la quiebra de esos países, y exigen altos tipos de interés por sus préstamos. Los gobiernos contraen, así, una deuda aún mayor, lo que nos lleva a más incrementos de los tipos de interés que se les cobra por los préstamos.
Kyle Bass –hablamos del libro de Lewis y nos referimos al contexto entre 2008 y el verano de 2011- veía inevitable el colapso de Grecia a finales de 2008, pero consideraba que se podía equivocar y que la bancarrota podría llegar en cinco o en siete años. En cualquier caso, sirvan sus palabras para esclarecer la situación y la necesidad imperiosa de atacar el problema antes de que sea demasiado tarde –para España queda poco tiempo.
Dice Bass: “Pongamos que pasa dentro de cinco años y no de dos (el impago de Grecia). O que pasa dentro de siete. ¿Tengo que esperar a ver sus caras de pánico para posicionarme o debo posicionarme ahora? La respuesta es ahora. Porque en el momento en que la gente crea que es una posibilidad (la quiebra soberana), posicionarse ya es caro. Si esperas, luego tienes que pagar el riesgo”.
¿Quién provoca la situación?
En esas estamos. Mientras, Alemania casi se está financiando gratis y Rajoy insiste en acabar de hundir la economía española.
Manel, hablando de inversores. Estoy convencido que mientras algunos quieren ver como España reduce el déficit, otros están esperando medidas para que la economía vuelva a crecer. Münchau se preguntava esta misma smeana en el FT, quiénes eran los ‘dealers’ que, después de las teóricamente buenas medidas adoptada por la UE, empezaban a comprar bonos españoles con un tipo de interés más bajo…
Una de las grandes frustraciones de esta crisis es, sin duda, la falta de consenso analítico. No sabemos qué quieren los inversores, si más austeridad o estímulos fiscales; si reducción paulatina del déficit o recortes drásticos. Y la frustración genera desconcierto, pues si pudiéramos asegurar que tras unos años de dificultades volveríamos a crecer, los recortes serían más aceptables. O, como mínimo, sabríamos para qué sirven. Pero llevamos ya 5 años de crisis (y casi cinco de recesión) y no vemos el final del túnel.
Cuando el presidente Rajoy anunció los objetivos de déficit de España para 2012, la prima de riesgo subió. Y Martin Wolf, también en el FT, escribió inteligentemente: «No sabemos si la prima de riesgo española sube porque los inversores creen que los va a cumplir o porque saben que no lo va a hacer».
¿Cómo es que especulamos tanto sobre lo que piensan los inversores? ¿Nadie los conoce? ¿Nadie puede hablar con ellos y preguntárselo?
Puede que sea como el Mago de Oz; que todo el mundo le tenía miedo hasta ver lo que había detrás.
Aquí todos opinan menos los inversores. ¡Que alguién los saque a la luz de una vez!
Como intento de respuesta o de comentario a las dos entradas precedentes, hay que admitir la dificultad de interpretar a los inversores. En el artículo se menciona a los especuladores, que los hay, y sólo quieren ganar dinero rápido. Algunos fondos de inversión, cuando aparecen y dan algunas señales, dicen que lo que no ven es que España tenga posibilidades reales de crecimiento a medio plazo, y eso es lo que castigan. Pero el dinero, principalmente, es cobarde, no tiene toda la información, y reacciona de forma nerviosa, sincopada. Hay que profundizar en ello.