En una situación como la actual, con una discusión a cara de perro en la cumbre de la Unión Europea, con Alemania anclada en sus principios, pedir que se mantengan los déficits públicos durante un tiempo parece una quimera y una insensatez, pero veamos:

Siempre teniendo en cuenta las dimensiones de los países, dejando claro que España no es Uganda, pero tampoco Suecia –por tamaño, población, estructura económica y tantas otras cosas, a favor y en contra- la experiencia sueca debería ser atendida.

En 1993, después de años de crecimiento, el déficit llegó a ser del 13%, superior al 8,9% con el cerró España el 2011, superior al objetivo del 5,3% para el 2012. Ningún país alcanza en Europa ese déficit sueco del 93.

Como en España o Irlanda, el endeudamiento afectaba en el inicio de la crisis en gran medida al sector privado, a las familias y empresas, pero no al sector público. Como en España e Irlanda, Suecia cometió errores, en los años 80, con una alegre política de concesión de créditos destinados al sector inmobiliario. Los bancos sufrieron mucho, como aquí ahora.

Con la decisión de enderezar las cuentas públicas, después de un proceso de cierta socialización de la deuda privada, como ha ocurrido principalmente en Irlanda, y también en España, lo que ha provocado es un descenso sin parangón de la demanda interna y de la inversión. Eso, a la vez, consigue un descenso en los ingresos, que obliga a nuevas medidas para equilibrar las cuentas. Y en esas estamos, al borde de la quiebra, porque no nos podemos financiar en el exterior a un coste razonable.

Pero recordemos que, en contra de lo que defiende Alemania, el origen de la crisis no es un endeudamiento público, sino que éste es consecuencia de la crisis, del endeudamiento privado.

En Suecia no quisieron ir rápido. Mantuvieron el alto déficit durante unos años para permitir una salida de la crisis, una salida de una depresión motivada, en gran medida, por la caída enorme de la demanda interna. Lo que nos lleva a la actual situación de España o de Italia, en general de toda la eurozona, y a la teoría de Paul Krugman de que estamos en una crisis de demanda, que le ha llevado a elaborar un manifiesto en el que reclama adhesiones.

Ahora bien, Suecia tenía un secreto. Disponía, oh! de la corona sueca. Y podía devaluar la moneda para favorecer a su sector exportador. Y España y Italia no pueden devaluar su supuesta moneda, el euro, que está al servicio única y exclusivamente de Alemania.

Qué curioso!

La pregunta, por tanto, que podemos formularnos es cómo cree Alemania que se puede salir de ésta: deuda con tipos de interés imposibles; falta de crecimiento porque se ahoga la demanda interna –los recortes de salarios a funcionarios ahondarán el problema- y falta de ayuda del club al que perteneces, que no desea inyectar dinero directamente a los bancos, pero sí al Estado, para que aumente el déficit y la deuda.

¿Ya han decidido dejar en la estacada a España?