El gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordoñez, abandona su responsabilidad un mes antes de que acabe su mandato, hostigado por el Gobierno de Mariano Rajoy. Mafo, como se le conoce en los círculos financieros y políticos, no podía aguantar aparecer ahora como el gran culpable del desastre de Bankia, que ha pedido hasta 23.000 millones para recapitalizarse y sanearse, después de que el propio Fernández Ordoñez aprobara un plan anterior que precisaba una intervención mucho menor por parte del Estado en la entidad.

Es cierto que Ordoñez podía haber hecho mucho más ante la difícil situación del sistema financiero. Pero también es verdad que el PP aplaudía sus numerosas intervenciones públicas en el anterior mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando reclamaba una reforma laboral en profundidad o reformas estructurales de calado en la economía española.

Pero, aunque a Mafo se le acababa el mandato, su renuncia ahora se produce en un momento muy complicado. La prensa anglosajona, como el Financial Times asegura que los planes del Gobierno español para recapitalizar Bankia han sido rechazados por el Banco Central Europeo. La idea de que el Estado inyecte deuda, sin pasar por los mercados, en Bankia, para que la entidad la descuente en el BCE y obtenga liquidez, no es tolerable para el organismo europeo.

Todo ello lleva a un plan de intervención, por parte del fondo de rescate europeo, de la banca española. Y aquí es preciso decir que algunos dirigentes europeos, como el vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, llevan casi tres meses dejándolo caer, provocando, incluso, roces internos en la propia Comisión sobre la conveniencia o no de apostar ya claramente por ese rescate. Y también hay que decir que el propio Financial Times, y el New York Times, haciéndose eco del Fondo Monetario Internacional, llevan meses alertando que no quedan muchas opciones y que España deberá acudir a ese fondo de rescate, que, en principio, sólo debería utilizarse para ayudar a la banca.

Y es que el problema es grave. La deuda española, que se ha comprado con relativa facilidad en lo que llevamos de año, se la ha quedado, en gran medida, la banca española. Las entidades financieras acudían al Banco Central Europeo, que ha prestado entre noviembre de 2011 y febrero de 2012 un billón de euros, y obtenían liquidez pagando sólo un 1% de interés. Después compraban deuda, a un 5% o 5’5%, y dejaban parte de esa liquidez de nuevo en el BCE, que pagaba sólo un 0,25%. El negocio era bueno para la banca. Pero ahora están cargados de deuda, justamente por salvar al Tesoro español. Se trata de una relación perversa, que lo que denota es la falta de confianza en España por parte de los inversores internacionales, que se han ido alejando de la deuda española.

Si se confía en Europa, no obstante, acudir ahora al fondo de rescate debería ser un instrumento válido, aunque las contrapartidas para la banca pueden ser muy difíciles de cumplir.