El programa electoral del PP en las elecciones generales del pasado mes de noviembre de 2011 no auguraba nada bueno. El PP recordaba que había sido capaz de rehacer la situación de España en el mandato entre 1996 y 2000 y aseguraba que lo podría conseguir de nuevo ahora. Pero la situación era y es muy distinta. España se enfrenta a una crisis de deuda, que precisa más tiempo, y, principalmente, reclama confianza. (Ver Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff-FCE). Mariano Rajoy, en cambio, comienza a perder toda la fuerza que le confirió la obtención de una mayoría absoluta en el Congreso.
Los especialistas tendrán ocasión para analizar la rueda de prensa de ayer en la sede del PP, en la calle Génova de Madrid. Pero a primera vista se podía comprobar que Rajoy estaba inquieto, que sus labios temblaban antes de responder a una de las 20 preguntas que, finalmente, concedió. La cuestión es que se inicia ahora un período con tintes dramáticos, porque Rajoy no es, seguramente, la persona que España necesita.
El peligro es la desafección democrática de los ciudadanos, que no entienden el agujero de Bankia, con pérdidas de 3.318 millones de euros en el 2011, y con unos activos tóxicos en la matriz de la entidad, en BFA, de unos 40.000 millones. No entienden que los anteriores responsables no den la cara, desde Rodrigo Rato, hasta Miguel Blesa –ex presidente de Caja Madrid e íntimo de José María Aznar- pasando por José Luis Olivas, presidente de Bancaja y presidente de la Generalitat valenciana. La situación puede llevar a España a un rescate, porque la capitalización de las entidades financieras sólo puede llegar desde el fondo de rescate europeo.
La pregunta, por tanto, es si Rajoy puede seguir como presidente del gobierno español, aunque le queden todavía tres largos años de mandato con mayoría absoluta. Esa es la paradoja: tiene toda la legitimidad y fuerza, pero la está perdiendo cada día que pasa por su propio estilo de gobernar: no da explicaciones, titubea y considera que la ciudadanía debe seguir aguantando, sin más, sin ofrecer un discurso narrativo que justifique sus actuaciones.
El drama es que lo que ocurre ahora viene de lejos. Caja Madrid y Bancaja han sido pilares del proyecto del PP en Madrid y en la Comunidad Valenciana. Y la recuperación de 1996 no se estableció con bases sólidas. Quizá no existían muchas alternativas, pero lo cierto es que el PP utilizó las entidades financieras de las comunidades autónomas donde gobernaba. Esperanza Aguirre también tendría mucho que decir. Otro de los mitos que caen es Rodrigo Rato, que, al margen de presidir Bankia en el último año y medio, fue el ministro de Economía de la supuesta etapa dorada de España.