El argumento de fondo en el último año de grave crisis económica es que todo el mundo vivió por encima de sus posibilidades y ahora hay que pagar por ello, con dolor y sacrificio. Pero, aunque es cierto que algunas familias y empresas se excedieron, ha sido el propio sistema económico el que ha provocado la situación.
Desde el reconocimiento de que voy a citar a autores marxistas, procedentes de Estados Unidos, no es menos cierto que la tesis que seguirá a partir de estas líneas la comparten también otros autores más ‘ortodoxos’, como Raghuram Rajan, economista jefe entre 2003 y 2007 del Fondo Monetario Internacional (FMI), tildado de “liquidacionista” por Paul Krugman, al considerar que sigue los preceptos más liberales.
Me refiero a John Bellamy Foster y Fred Magdoff. Los dos autores publican habitualmente en Monthly Review, una publicación socialista norteamericana y sus trabajos premonitorios, tres años antes del inicio de la crisis de 2008, indican que es el propio sistema económico capitalista el que nos ha llevado hasta aquí. La idea central es que la explosión financiera que experimentó Estados Unidos y otras economías capitalistas avanzadas desde los años sesenta es propia de una tendencia que subyace al estancamiento. Las raíces de este estancamiento se encuentran en el patrón de acumulación bajo el capital monopolista financiero, como le llaman Foster y Magdoff. Y apuntan que este es el verdadero problema, no la financiarización.
¿Cómo lo explican? La especulación en divisas y futuros, el comercio de productos de derivados financieros, los fondos de cobertura de alto riesgo y el gran endeudamiento, todo es consecuencia de lo mismo. A medida que la economía de producción de bienes y servicios se estanca y no consigue, así, generar la tasa de rentabilidad que desea el capital, surge una nueva fórmula de “inversión”. El objetivo es apalancar la deuda y adoptar “la expansión tipo burbuja que busca altos beneficios especulativos a través de diferentes instrumentos financieros”, y entramos en lo que hemos llamado en los últimos meses como “el gran casino” en el que se convirtió la economía mundial.
Los dos pensadores, autores de La gran crisis financiera (FCE,2009), uno de los libros que ya son una referencia sin discusión, hablan claro:
“El descenso de los salarios reales (ajustados por la inflación) y la redistribución de la riqueza hacia arriba (a través de una bajada de impuestos y una reducción en servicios sociales), resultado de la guerra de clases declarada unilateralmente desde arriba no han sido suficientes para garantizar la espiral creciente de rentabilidad sobre el capital invertido en la economía productiva. Por consiguiente, el capital, en su búsqueda continua de beneficio, no está generando una mayor producción de bienes y servicios, sino un recurso constante a nuevas formas de realizar apuestas”.
¿Les suena?
Bellamy Foster y Magdoff van más allá, dejando en evidencia a los que consideran que la responsabilidad individual es lo único que cuenta (es cierto que un ciudadano puede negarse y no contratar una hipoteca abusiva, pero, ¿qué capacidad real tiene?):
“La enorme expansión de deuda y especulación proporciona nuevas fórmulas de extraer más superávit de la población general y forman parte, por tanto, de la explotación de los trabajadores y de la parte baja de la clase media”.
Pero, ¿cómo lo ha hecho el sistema?
Los autores se refieren a varias técnicas: extender los préstamos cada vez más entre el público en general y las empresas; realizar préstamos a la población de renta baja con condiciones muy desfavorables y de difícil comprensión; incrementar el endeudamiento de las empresas mediante compras apalancadas con financiación ajena (lo que las convierte en empresas financieramente frágiles y acaba exigiendo recortes en puestos de trabajo, salarios y beneficios en contrapartida; y, finalmente, realizando grandes apuestas sobre casi todo lo imaginable.
¿Es sólo una lectura marxista?